¡Se nos ha ido!

28.09.2016 20:57

 

Odio ir a natación, pero reconozco que es un deporte que sienta muy bien. Por eso, esta mañana, al recordar que tenía natación se me ha venido el mundo a los pies.

-        ¡Oh cielos y yo sin depilar!

Tras largo rato en el baño rasurando las inglesas y las asisas me he dirigido al polideportivo justita de tiempo para que se me hiciera más corto.

He llegado como siempre tarde y en los vestuarios ya estaba el grupo anterior terminando de vestirse. Sólo he reconocido a Lola que, perfectamente conjuntada, salía a la zona de piscina.

Nada más dejar la bolsa en el banco, se ha caído al suelo mojado:

-        ¡Ya empezamos mal! – he exclamado y una señora entrada en carnes se ha solidarizado conmigo y  ha apostillado:

-        Estos bancos parecen de juguete, sólo puedes dejar una bolsita,  un neceser  o el culo de una Barbie -Bien lo sufría ella que intentaba ponerse los zapatos haciendo equilibrios, desparramada en el mini-banco.

Conseguí embutir mi cuerpo dentro del bañador-corsé, que recoge los sobrantes de flacidez a la altura de las axilas y, tras encontrar una percha -¡Oh milagro!- guardé mi ropa y la bolsa en una taquilla. Ya sólo quedaba la tortura del gorro: con un “chas”  el látex te succiona las ideas.

Prisionera de mi bañador  y con el preservativo en la cabeza, salgo del vestuario en dirección a las duchas que están junto a la piscina de los bebés.  Ver como esos pececitos jugaban con los churros, las pelotas y las colchonetas es un auténtico espectáculo:

-        ¡Hola Pablo! ¿A ver cómo buceas?

Y Pablo, mete la cabeza en el agua y la vuelve a sacar todo contento.

-        ¡Muy bien!

Sin dejar de mirarle me voy acercando a la zona de los mayores, aún a riesgo de tropezar con alguien.

-        ¡Vamos Herrero, por el amor de Dios!- me grita Manuel, el profesor de nivel 0.

-        ¡Buenos días Paco! – saludo al sustituto de la profesora de nuestro grupo.

Y vosotros os preguntareis: ¿cuántos niveles hay? Pues francamente creo que en el polideportivo sólo hay dos, pero el criterio para pertenecer a uno u otro no esta claro, al menos yo no aprecio grandes diferencias.  Sí he observado es que hay tres estilos bien diferenciados, en función de cómo salimos del agua: focas, cachalotes y los  sincronizados o los Williams (en honor de Esther Williams):

1.       L@s  primer@s arrastran la tripa y hacen fuerza con la cabeza  para salir del agua por el bordillo.

2.      L@s cachalotes  apoyamos las manos y subimos el culo de un impulso, provocando un  ¡splash! seguido de un sunami y, por último,

3.      L@s sincronizados, mucho más elegantes, utilizan la escalera.

Definitivamente, de nuestras clases no ha salido Mireia Belmonte, pero si se nos dejan unos cientos de años más practicando… ¡Tampoco!

En natación la motivación es muy importante por lo que cuando estaba con Manuel, en el nivel 0, le sugerí que se incentivara el nado como a los delfines y las focas en las exhibiciones:  alguna cosa de comer – aceitunas, patatas fritas…- en un extremo de la piscina y, algo de beber –Martini, cervecitas…- para la vuelta. Pero después de varios años, mucho me temo que mi propuesta no va a prosperar.

Nada más llegar he visto dibujada en la cara de Carmen la desolación:

-        ¡Buenos días! ¿Qué ha pasado hoy? -  la saludo.

En el grupo de los cachalotes, normalmente somos entre 8 o 10 y utilizamos dos calles. Hoy sólo estábamos Carmen , servidora y el profesor.

Una se imagina que el mundo de la natación es un mundo de cuerpos armónicos, equilibrados, fibrosos, hombros anchos y fuertemente musculados especialmente en brazos y tronco superior, en la zona abominable una tableta bien marcada… ¡Ay que me vengo arriba!

Pero lamentablemente no es este el perfil que acompaña ni dentro, ni fuera del agua en la piscina de mi polideportivo.

El profesor  es un muchacho  - 35 o 45 años-, con aspecto de oficinista, pelo canoso, gafas y unos braquets llenos de gomitas, eso también hay que decirlo, no le asoma una barriga cervecera por debajo del polo, como le pasaba a aquél…bueno eso es otra historia, ¿por dónde iba? ¡Ah! ¡Sí!:

-        ¡Menos mal que ya no estoy sola! – responde a mi saludo Carmen – El agua está fría.

-        En crol metemos el pulgar, sacamos el índice, al revés de en espalda - Le dice el profesor, mientras yo me dejo caer en el agua con cuidado para no generar olas.

Comienzo a nadar y siento que no avanzo. Con un 35 de pie, poca agua desplazo y, si me concentro en la respiración, olvido el movimiento de las manos al entrar y salir del agua. Al llegar al otro lado agotada, me espera Carmen indignada:

-        ¡Pues no me dice que vamos a hacer otra vez lo del último día! y ¡Qué si no me acuerdo!

-        Así es muy aburrido, vamos a decirle que queremos hacer un poco de acuagym.- Le sugerí.

Al llegar a la cabecera de nuestra calle, donde nos esperaba el profesor, le pedí que se agachara para hablar.

-        Joven, hemos pensado que para que esto no se haga aburrido, podríamos  hacer algún ejercicio de acuagym. Con nuestra antigua  profesora hacíamos ejercicios específicos para fortalecer la tripa….y ponernos wenorras - Dije  quitándole importancia.

-        Pero es que hay que meter el pulgar…  si… -contestó- Ahora vamos a hacer espalda con mancuernas…. Y, sin venir a cuento, se calló mirando a un punto indeterminado.

-        Sí pero para hacerlo más entretenido, si utilizamos más herramientas…- participó Carmen.

El profesor seguía en cuclillas, mirando al infinito, no hablaba, no pestañeaba, parecía sudar… Mi compañera y yo nos miramos preocupadas. Aquello no era normal. Comenzabamos a ponernos nerviosas:

-        Vamos haciendo unos largos y tu le vas dando una vuelta a los ejercicios… – Dije por si le ayudaba a relajarse y a... “volver”.

El chico traía todos los días los ejercicios apuntados en su chuleta y lo que le pediamos, le había sacado de su zona de confort. Se había bloqueado, le había dado un ataque de pánico… ¡No! Había sido abducido. Abandonó su cuerpo por unos minutos que se nos hicieron interminables.

-         ¿Qué estaba pasando allí? ¡Ay Señor llévame pronto!

Estábamos tan sorprendidas por su reacción y tan preocupadas que cuando volvió en sí y nos dijo:

-        De espaldas con las mancuernas, entra meñique, sale pulgar.

Sin rechistar salimos una detrás de la otra a ejecutar el ejercicio. Al llegar al fondo de la piscina nos miramos y Carmen me dijo:

-         ¿Qué le ha pasado?

-        Mejor no hablar y seguir sus indicaciones. Luego lo comentamos en el vestuario - le dije realmente preocupada.

Finalizada la clase, con la tensión y el interés por ejecutar los ejercicios como nos decía,  se me había contracturado el cuello y llevaba las lumbares un poco tocadas así que paseé a la piscina pequeña a estirar y tratar de relajarme un poco. Cuando llegué al vestuario Carmen aún estaba en la ducha:

-        ¡Esto no es normal! Pero… ¿Qué le ha pasado a ese tío? Te lo juro que pensaba que se tiraba a la piscina y nos cogía por el cuello.

-        La verdad es que ha habido un momento en que yo también asusté –le dije- Creo que se ha bloqueado porque le pedíamos algo que no tenía preparado, le ha dado un ataque de pánico y se ha ido…Espiritualmente, ha abandonado su cuerpo. Debe pertenecer a algún programa de teletransportación y… ¡Se nos ha ido!