Carrera de La Mujer, 5 de mayo del 2013
Al principio se me ocurrieron mil excusas para no participar:
- Correr es de cobardes.
- No soy competitiva.
- Tengo el pie como para correr.
- Seguro que hace mal tiempo….
Pero tras analizar la información encontré dos motivos a favor:
- Hay una causa: lucha contra el cáncer de mama.
- Necesito endorfinas, para mantener mi equilibrio psíquico.
Si iba a participar, sería con todas las consecuencias, por lo que comencé a entrenar con ayuda de un “personal trainer”, mi Churri.
Además leí toda la información que venía en el pack de la inscripción. En la revista Sport Life, venía un artículo sobre el síndrome de la ventana abierta, que según el doctor José Calbuig, consiste en una bajada de defensas provocada por el ejercicio intenso y que nos afecta sobre todo a los madurit@s.
La población de riesgo en la que el deporte deja de ser saludable sube de los 35 años y son personas que hacen disciplinas aeróbicas (carrera, bici, natación…) y compiten en pruebas populares con frecuencia.
Ahí estaba yo, con 49 años y un resfriado que no acababa de curar.
La noche anterior a la carrera, la tos y el malestar general no me dejaron dormir y, antes de que sonara el despertador, a las 6:45, lo apagué. Siguiendo las recomendaciones, me duché con agua fría y, me dio una hipotermia, por lo que me volví a la cama a tratar de recuperar el tono, junto a mi entrenador, que dio un respingo al contacto con mi piel.
- ¡Marrrrrrr!, protestó.
- ¡Para lo bueno y lo malo! Le recordé.
El estilismo es fundamental, ya que puede hacer de una novata, una experta o pseudo-profesional. Si no fíjense en mi hermana La Pequeña.
La camiseta rosa furcia, -perdón fucsia-, un poco escotada, requería de un detalle de elegancia para cubrir mi cuello de cisne, un fular que le cogí a mi Hellen. Las mayas negras, a juego con la sudadera, me daban el toque profesional. El problema eran las zapatillas. No tenía zapatillas de correr y las de pasear, con lazos naranjas, no pegaban, así que opté por las de pádel con lazos y un detalle en rosa. Me miré al espejo y vi….
- ¡A Fofito!
El entrenador, había cogido cuatro camisetas de la misma talla, la L. La camiseta me llegaba casi por las rodillas.
- ¡No había tiempo para arreglos!
Probé con un cinturón, pero lo descarté, porque marcaba mis michelines.
El desayuno light: un plátano para evitar calambres y un café con leche para activiarme. Como no tenía leche semi-desnatada, le añadí al café sólo un poco de la que venía en la bolsa con los regalos: leche la Asturiana con regula plus y…Nunca mejor dicho, salí cagando leches al baño.
- ¡Ay Señor, llévame pronto!
No era el mejor momento para encontrar la solución a mi estreñimiento. Aunque, bien mirado, había conseguido aligerar peso antes de la carrera.
Mi entrenador me presionaba controlando los tiempos. Habíamos quedado en casa de los Robres-Herrero a las 7:30, llegamos a las 7:45 y ya nos estaban esperando. Íbamos un poco justos porque Teresa nos esperaba en el paseo de Moret a las 8:00, pero tuve que pedir prestado el baño de los Robres porque, aunque pensaba que lo había dado todo, mi estómago sonaba como una lavadora.
- El estrés pre-carrera, les dije, no tardo nada.
Cuando llegamos al punto de salida, ya había ambiente. Llamamos a Teresa con la que nos apuntamos en la categoría de equipo (“Para chuparse los dedos”). Todas éramos veteranas B (45 a 54 años), en categoría individual.
Antes de salir, Luís nos hizo una foto y cuando nos la enseñó me di cuenta de que me había equivocado al elegir el nombre del equipo. Con aquellas camisetas largas, parecíamos payasas, nos faltaba la nariz.
Estábamos inmersas en una marea rosa de mujeres, muchas de ellas, realizando estiramientos. Intenté calentar pero forcé un poco y empezó a dolerme el pie.
- ¡Era una señal! ¡Morton no iba a consentir que finalizara la carrera!
Intenté disimular mi cojera para evitar que me descalificaran antes de salir.
Art. 10 El servicio médico de la competición y los jueces árbitros están facultados para retirar durante la prueba: 1. A cualquier atleta que manifieste un mal estado físico.
De repente vimos a las Zumárraga, tan profesionales y se me despertó el pundonor.
- ¡Sí podemos!
C.E.O. de Entorno Familiar, S.L.