DIARIO DE A BORDO: VENECIA 1
22 de mayo, VENECIA
Después de una noche de espanto, soportando los ronquidos de mi twin mientras intentaba no dormirme por si volvía a levantarse sonámbula, me levanté con dolor de cabeza. Me duché y me disponía a salir a desayunar, cuando Cayetana – con ese aspecto esperpéntico con el que amanece- me pidió que la esperara.
- He pasado una noche horrorosa, me dice.
- Pues lo has disimulado muy bien querida, contesto.
- Tengo el estómago fatal, del movimiento del barco.
- ¿No será del atracón de la cena? Ya te dije, que no era buena idea, cenar tanto.
Me puse a hacer unos sudokus, para engañar el hambre, mientras se arreglaba y, cuando pensaba que ya podíamos irnos, descubrió la caja fuerte.
- ¡Horror!
Con la edad, coleccionamos lo que vulgarmente se denominan “manías” y que define mejor el término “chifladuras”. Una de las de Cayetana son las cajas fuertes de los hoteles.
- Pásame las cámaras, los pasaportes, el dinero, …. Le faltó meter los termos del aperitivo, porque no cabían.
Tengo que explicaros que Las Herrero, descendientes de sorianos, ahorramos viajando.
Para evitar pagar un suplemento por las bebidas y, al estar expresamente prohibido subir licores, introdujimos clandestinamente dos termos, uno de Martini y otro de Baileys. Ahorrar ¡sí!, pero sin privaciones.
Después de perdernos varias veces por los interminables pasillos y de errar en la localización de la proa del barco, finalmente preguntamos a una camarera que nos indicó como llegar al restaurante asignado para los desayunos.
Para no encontrarse bien, mi compañera de viaje, se puso las botas: zumo, yogurt con fruta, queso, bollería variada… y, café con leche. Yo por aquello de acompañarla, tampoco me quedé atrás. Se ve que viajar, me abre el apetito.
De regreso al camarote nada más entrar en un pasillo oímos:
- ¡Hombre, las perdidas!, nos dice la camarera que al ver la cara de sorpresa añade, ¡Siempre en el buen sentido!
Al entrar a la habitación, Cayetana se fue a la caja fuerte. Normal, había que coger las cámaras y dinero para la excursión.
- ¡A Venecia!
La perspectiva era inmejorable. A pesar del mal pronóstico que auguraba lluvia, aunque había alguna nube el cielo de Venecia, parecía aguantar y la temperatura era agradable.
Uno de los aspectos en los que más coincidimos mi twin y yo es, en que no nos gusta ir adocenadas en los packs de excursiones, así que, cogimos un vaporetto que salía de la zona de amarre y nos dio un paseo entre los islotes y a través del gran canal para dejarnos junto a la plaza de San Marcos.
Nada más desembarcar la sargento Cayetana desplegó su cámara de fotos y comenzó a darme instrucciones:
- Ponte ahí. Más cerca. A la derecha…más.
El gondolieri, viendo dos posibles pardillas para darles un paseo, nos dijo:
- Ladies Buongiorno!
- ¡Rápido, viene gente! le digo, cansada de posar y con miedo a que me llame la atención el gondolieri que ahora, nos mira abiertamente molesto porque no ve negocio.
Por si esto fuera poco, en su faceta de paparazzi, Cayetana, intenta sacar “una robada“al gondolieri, que se gira al darse cuenta.
- ¡Qué bonita es la plaza de San Marcos!
Sigue la sesión de posado con la torre del reloj, el palacio ducal, el puente de los suspiros…:
- Ponte..., acércate, mira..., a la derecha, ¡qué sosa!, pon otra cara…Pura disciplina militar.
Comenzamos a callejear siguiendo nuestro instinto, atravesando puentes, entrando en las tiendas de artesanía, rehuyendo las calles más transitadas, hasta llegar al mercado.
Los puestos de frutas y verduras, perfectamente colocados y llenos de color, consiguieron que aunque habíamos desayunado mucho, saliváramos.
Después de una hora callejeando, Morton (El neuroma instalado en mi pie derecho) comenzó a fastidiar así que nos sentamos en una cafetería:
- ¡Buongiorno! ¿Cosa vuoi? Me dijo un camarero con rasgos orientales.
- Un cappuccino, per favore. Porque una chapurrea un poco de todo, como veis.
Mientras me traía el café, comencé a masajearme el pie y Cayetana a revisar el reportaje fotográfico realizado hasta el momento.
- ¿Quanto costa?
- Tre euro.
- ¡Grazie mille!
- ¡Qué me gusta el italiano!
- ¿Cuál? Contesta mi twin, mirando alrededor.
- ¡El idioma, Cayetana!
Llegamos al puente Rialto, lleno de turistas fotografiándose y, al ver que hay unos carabinieri, me dice que les pida que nos hagan una foto:
- Están muy serios y hay mucha gente. Se lo pido a esa pareja de ahí. Le digo
- Ni se te ocurra, me dice, mientras no deja de sonreír a los policías.
- ¡Esta chica tiene atracción fatal con los uniformes!- pienso, mientras veo que los carabinieri se hacen un comentario y empiezan a sonreírnos. ¡Qué vergüenza!
Cayetana aprovecha que sonríen, para pedirles con aspavientos que nos hagan una foto y al mismo tiempo, se entretiene en darles unas explicaciones que seguro que no entienden. Conseguido el primer objetivo, continúa con sus gestos y su sonrisa exagerada pidiendo que posen con ella.
A duras penas consigo despegarla de los carabinieri para iniciar el regreso al barco. Por el camino, paramos en una plaza a probar la bebida típica de Venecia “spritz”, una mezcla de soda y vino, nos explica el camarero, cuando oigo a mi espalda:
- ¡Qué popa!
Al volverme, identifico a un chico de la tripulación, mirando en dirección a donde estaba de espaldas mi twin y disimulo para que no se dé cuenta que lo he reconocido.
- ¡Será posible que tenga tanto éxito! ¡Pero si no tiene el culo bonito! Claro que se parece más al estereotipo de la mamma italiana, que no yo con una talla 38, pienso muerta de envidia mientras se me llevan los diablos.
Reiniciamos la vuelta y, a los cinco minutos Cayetana empieza a decir que quiere hacer pis.
- Si es que tienes que empezar a manejar tu incontinencia. ¿no puedes aguantar hasta que lleguemos al barco?
- No. Sujétame la mochila que entro en este restaurante.
Yo me quedo como en los atracos, en la puerta, con una mal disimulada curiosidad por la carta, mientras mi twin entra y pregunta por la toilette.
- ¡Uff! ¡Qué alivio!
- Desde el cariño, creo que ya va siendo hora de que utilices las Tena Lady para viajar.
- ¡Calla asquerosa!