Diario de a bordo: Venecia 2
Llegamos al barco y pasamos por el camarote, ¿no sabéis por qué?, porque Cayetana tenía mono de la caja fuerte.
- Pásame las cámaras, los DNIs, el dinero…
- ¿Qué tal si sacas la tarjeta de la habitación antes de cerrar?
- ¡Uff! ¡Es verdad! Contesta mi twin, pero ya es tarde, ha cerrado la caja fuerte. Cógela tú mientras hago pis.
No sé cómo mea tanto si a duras penas bebe. ¡En fin!, consigo que salgamos de la habitación y, camino del buffet, volvemos a elegir el pasillo equivocado y, una camarera que ya nos es familiar nos saluda:
- ¡Hombre, otra vez las perdidas!
- Buscamos el buffet, le digo.
- Por el ascensor en la planta 5 junto a la piscina, nos contesta sin dejar de reír.
El comedor estaba a tope. Buscamos un hueco en el que sentarnos:
- ¿Está libre?, pregunta Cayetana
- Esoz doz zi, nos contesta una señora de la quinta de mi madre – ochenta y tantos -, poco maquillada, con una mirada viva y la sonrisa joven.
- ¿Quédate mientras traigo los cubiertos? Me ordena mi twin.
Yo que estoy cansada del paseo y algo dolorida, acato las instrucciones de mi sargento de buena gana.
- ¿De dónde es usted?, le pregunto a nuestra compañera de mesa, que tiene un acento claramente andaluz.
- De Zevilla. Me llamo María y ¿tú?
- Yo soy Mar y mi hermana Cayetana.
- En este sitio está mi hijo Joze Antonio, que ha ido a traerme enzalá.
Se acerca un chico joven de unos 40 con aspecto agradable, llevando dos platos de ensalada.
- ¡Qué aproveche!, le digo.
- ¡Igualmente!, me contesta.
- ¡Qué suerte hemos tenido con la excursión a Venecia! El pronóstico del tiempo era malo pero, afortunadamente, se han equivocado.
Compruebo que María se está echando sal en la ensalada como si tal cosa por lo que le digo
- María el salero echa mucha sal, ten cuidado.
- Mamá, le mira su hijo, cuidado con la sal que ya sabes lo que te dijo el médico.
- Zi total, para lo que le queda a una, ¡que me quiten lo bailao!
Está claro que tenemos que aprender de los mayores: carpe diem.
Mi sargento se incorpora a la mesa con los cubiertos y nos vamos a ver qué hay de comida. Hay varias zonas: ensaladas, embutidos y quesos, platos calientes, frutas, postres, helados, panes variados…Todo está originalmente decorado con las banderas italianas y frutas y verduras esculpidas (Sandía con forma de rosa, piña y calabacín con forma de cisne…)
Por el camino nos cruzamos con pasajeros que llevan montañas de langostinos en un plato, dulces de distintos tipos todos apretujados, platos de piza con trozos superpuestos y haciendo equilibrios para no caerse del plato.…. Como diría Cayetana: “esto es un dislate”. Espero que haya un médico en el barco y un buen botiquín ya que a más de uno se le va a disparar el ácido úrico, la diabetes….
Lo cierto es que el paseo nos ha abierto el apetito y todo tiene muy buena pinta. Nos servimos en un plato diferentes tipos de ensalada: tomate, pasta, ensaladilla… y volvemos a la mesa.
- Niño, tráeme un helaito.
- ¡Mamá, el azúcar!
- Déjate gorrión, que luego la quemo bailando.
De repente noto que me tocan la rodilla y doy un respingo. Me sube un no sé qué por la columna vertical. Me quedo estupefaciente mirando al frente. El hijo de María, “er gorrión”, se levanta con naturalidad de recoger la servilleta. Los ojos se me salían de las órbitas mientras él, se levantaba como si tal cosa a buscarle el “helaito” a su madre.
Me giré hacia mi hermana con cara de “alguien ha matado a alguien” y me espetó:
- ¿Qué?
Le hice gestos con la cara, aprovechando que María estaba distraída.
- ¿Vamos a por el segundo?
- Ve tú, que yo no he terminado mi ensalada.
Le di, por debajo de la mesa y, con un gesto, le insistí en que me siguiera, pero en ese momento me pilló María y, para disimular, me puse de pie y le dije:
- Te espero en la cola de las pizzas.
- La picha aquí es buena, añadió la mujer y, ya no pude más que volverme, para contener la carcajada que se me hubiera escapado de encontrarme con la mirada de Cayetana.
Me dirigí hacia la repisa en la que estaban haciendo las pizzas, mientras localizaba al “gorrión”, que volvía, como quien no quiere la cosa a la mesa.
- ¡Míralo, como si no hubiera roto un plato en su vida!, pensé. ¡Esos son los peores!
Cuando José Antonio se incorporó a la mesa, mi sargento se levantó y vi, cómo me buscaba entre las góndolas de comida.
- ¿Estás tonta?
- Es que el gorrión, me ha tocado la pierna cuando se ha agachado por la servilleta.
- ¡Habrá sido sin querer!
- Eso espero, porque si no es para preocuparse, que nos acabamos de conocer y su madre está delante!!!
- Hala vamos, que ya están terminando. Además, me parecen muy majos.
Volvimos a la mesa y reanudamos la conversación.
- ¿A qué te dedicas?, le preguntó Cayetana.
- Soy empresario, tengo un negocio propio de fontanería.
- Un artónomo, un emprendedó - añadió la madre, orgullosa.
- ¿Y vosotras?
- Yo soy funcionaria – dice mi twin- y mi hermana está en paro.
- Perdona querida, yo soy una intelectual, dije y me extendí en explicaciones, vamos que me cuestiono las cosas y trato de influir en mi entorno, eso sí, con poco éxito.
- Vamos como el maestro de liendres, apuntilló er gorrión.
- ¿Perdón? Respondí.
- Sí, el maestro de liendres “que de todo sabe y de nada entiende”.
En ese momento María, empezó a reírse y se le cayó la cuchara y, cuando vi que el gorrión se agachaba a recogerla, como si tuviera un resorte en el culo, me puse de pie y dije:
- Voy a por helado.
- ¡Pero si no has acabado la pizza!, dijo la sargento.
- Sí, pero es que sabes que no me gusta que esté muy duro, el helado – maticé.
En ese momento se incorporó con la cuchara “er niño” y, me volví a sentar.
- ¿No ibas por el helado?
- Bueno, dentro de un momento, he visto que el de María, no estaba muy duro.
- Me voy a echar la siesta, para recuperarme para el baile de esta noche. ¿Vais a venir?
- Sí claro- dice la sargento- ¡Hasta luego!
Cuando terminamos de comer nos fuimos al camarote porque Cayetana, si no duerme la siesta, se pone insoportable.
No llevábamos ni cinco minutos, cuando sonó la megafonía:
“De acuerdo con las normas de la Organización Marítima Internacional, antes de zarpar a las 17 horas, realizaremos el simulacro de emergencia.
Les recordamos que su participación es obligatoria. Les rogamos estén atentos al próximo anuncio. Tras escuchar la señal de emergencia (siete sonidos cortos y uno largo), deben recoger el chaleco salvavidas de sus cabinas y la Tarjeta Roja de Emergencia, que se entregará en su punto de emergencia al tripulante responsable de la misma.
Durante el simulacro, los servicios de a bordo, serán suspendidos.”
Miré a mi derecha y comprobé que no se había inmutado. Mientras ella dormía, yo estuve haciendo sudokus y cuando me cansé repasé el Diario de A Bordo:
Show de Talentos:
¿Qué sabes hacer? ¿Bailar? ¿Cantar?, ¿Sabes hacer algún truco de magia?... Demuéstranos tus habilidades y participa en el show de talentos. Te esperamos en el casting.
Apúntate en Recepción, cubierta 5
- Tengo que decírselo a mi twin, que siempre le ha gustado ser el centro de atención. Podría presentarse para bailar la danza del vientre….¡porque vientre tiene! Si pudiera oír lo que pienso, me retira la palabra.
Galería fotográfica:
Venga a ver sus fotos en nuestra galería Fotográfica, tenemos muchas promociones.
Descubriendo el Grand Celebration:
La sala de control de máquinas, el puente de mando, las áreas internas (lavandería…)
Reserve su visita en la Oficina de Excursiones, cubierta 5
Precio: 35€ por persona.
- Esto de los cruceros es un negocio. ¡Mira que cobrar por enseñar los trapos sucios, las intimidades del barco!
Servicio de Traslado:
Les informamos que mañana tendremos disponible para nuestros huéspedes un servicio de traslado a la ciudad de Dubrovnik, con un coste de 8 € por persona y cubre su ida y vuelta al barco, durante todo el día.
El ticket lo podrá adquirir en la oficina de excursiones o en los quioscos interactivos.
Hice ruido para ver si Cayetana se despertaba, pero roncaba profundamente, así que me calcé, cogí mi tarjeta y me dirigí a la zona de ascensores. Tenía que subir a la cubierta 5, para reservar el servicio de traslado en Dubrovnik para el día siguiente.
Estaba esperando el ascensor, cuando llegó una señora mayor, un poco contrahecha y con cara de malas pulgas, acompañada por una chica joven de aspecto agradable, que parecía su hija.
- ¡Buenas tardes!
- ¡Buenas tardes!, me contestó sólo la hija.
- ¡Tarda mucho, vámonos! Dice la madre estresada.
En ese momento llegó el ascensor y la señora, con su cara de estreñida me pregunta:
- ¿Este sube o baja?
- Pues dependerá de qué piso marquemos. Yo voy a la 5ª planta. Contesté. ¿A dónde van ustedes?
Compartir el ascensor con una mujer así, no es recomendable, iba cargada de mal karma. Sonreí a la hija en señal de respeto y conmiseración, por el martirio que le ha tocado vivir.
En la oficina de excursiones había mucha gente haciendo cola, ya había dado el turno, cuando vi que estaba “el gorrión” delante charlando con una señora mayor, que no era su madre. Ante la perspectiva de que se volviera, decidí, darme la vuelta y volver al camarote. Estaba esperando el ascensor, cuando noto una mano en mi hombro y doy un respingo.
- ¡Hola! ¿Te he asustado?, me dice.
- No, es que estaba concentrada y me has sorprendido, contesto.
- ¿Ya tienes el traslado en Dubrovnik?
- No. Venía a pedirlo, pero como he visto cola, me voy. Ya volveré más tarde.
- A mí me toca enseguida, ponte conmigo.
Me inventé una excusa y me dirigía al camarote, cuando volvió a sonar la megafonía: pi-pi-pi-pi-pi-pi-pi piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Aún no había llegado a nuestro pasillo y ya empezaba a hacerse difícil transitar. De todas partes salían personas con los chalecos en la mano o ya puestos y… Cayetana dormida.
- ¡Ay Señor, llévame pronto!
Cuando por fin, conseguí llegar a nuestra cabina, como imaginaba, mi twin no se había enterado de nada.
- ¡Cayetana! ¡El simulacro de emergencia! - Le dije mientras la zarandeaba un poco con miedo a que me soltara un exabrupto, pues tiene muy mal despertar.
Menos mal que se había tumbado vestida. Se calzó y salimos echando humo de la habitación con los chalecos salvavidas. Cuando llegamos al punto de emergencia que nos habían asignado, el teatro Mirasierra, en la entrada, un tripulante nos solicitó las tarjetas rojas.
- ¡Oh, no! Están en la caja fuerte del camarote.
La sargento, aún con cara de recién levantada, se ofreció para ir a buscarlas y me dijo que le esperara allí. El chico estaba muy nervioso y pensé que era porque estábamos retrasando a su grupo. ¿Nos habríamos ahogado ya? ¿Quedaría alguna esperanza de sobrevivir al siniestro?
De repente, en el escenario, el capitán, destacó la importancia del ejercicio y dio paso a uno de los miembros de su tripulación, para que diera comienzo el simulacro.
Una angustia tremenda me invadió viendo que mi hermana no llegaría a tiempo de abandonar el barco y, lo que era peor, yo tampoco, pues ella tenía mi tarjetita roja. No conseguí relajarme hasta que, una vez nos explicaron cómo ponernos el chaleco salvavidas y lo importante que era seguir las instrucciones del tripulante asignado para nuestra evacuación, vi que mi hermana ya había vuelto y, estaba tonteando con el tripulante de la entrada.
- ¡Qué desfachatez! ¿Será posible?
Andaba indignada, pensando en el rapapolvo que le iba a soltar, cuando el capitán, vuelve a coger el micrófono y nos agradece la participación.
- ¿Pero es que ya ha acabado? Si aún no nos han indicado cuál es el bote en el que subirnos y cómo hacerlo…
Una vez liberada de la ansiedad del ejercicio, esperé mi turno de salida y cuando llegué a la entrada del teatro, disgustada, Cayetana me recibió con un:
- ¿Por qué no me has esperado en la puerta como te dije? Anda vamos a tomar algo.
- Bueno Paolo, nos vemos.
Mi twin tiene esa habilidad tan útil de darle la vuelta a la tortilla en menos de dos segundos y dejarte sin capacidad de reacción. Ya lo dice el refrán: la mejor defensa, es un buen ataque.