Paseando a Miss Cayetana CAP 1

29.05.2014 07:46

 

Día 8 de mayo

Tras largas jornadas de deliberación finalmente el destino de nuestras vacaciones era Bali, esa pequeña isla de las 17.508 que conforman la República de Indonesia, destino de tantas lunas de miel.

Cayetana estaba “insultante ante la perspectiva del viaje, me dijo mi madre y, era cierto. Los preparativos le producen un efecto placebo, una euforia que me trasladaba a través de  mensajes, llamadas… Finalmente el día anterior al inicio del viaje vino a casa:

-        ¡Que nos vamos Mar, que nos vamos! – repetía a cada instante.

Día 9 de mayo

Por supuesto, el abuelo vino a despedirse de nosotras y, como en el viaje a Gambia, pensó que un turrón de yema de la casa Mira, era lo más adecuado para llevar. Supongo que es su manera de deciros  que “volvamos a casa por Navidad”.

Y allí estábamos, tres horas antes en el aeropuerto preparadas para la larga jornada. Después de degustar todo tipo de cremas y perfumes en el duty free nos sentamos junto a nuestra puerta de embarque.

Cuando llevábamos 20 minutos, observé que en la pantalla se había modificado la hora de embarque. De repente, fuimos conscientes de que nuestro viaje incurría en riesgos importantes. El enlace de Ámsterdam, con el vuelo a Singapur, era de tan sólo una hora y la frecuencia de vuelos a nuestro destino, no sabíamos si era diaria o semanal.

-        No puede ser, se habrán equivocado – dijo Cayetana, mientras se levantaba dando un respingo para dirigirse al stand - Voy a decirle a esa chica que la hora de embarque se tiene que respetar, que no podemos llegar con retraso a Ámsterdam.

Observé cómo sin perder la sonrisa, hacía aspavientos a la azafata.

-        Es un pequeño retraso, pero me ha dicho que no nos afecta, que nos dará tiempo para hacer el transfer al vuelo de Singapur- me dijo sin poder ocultar cierta intranquilidad.

A partir de ese momento, la tensión se adueñó de nuestra aventura. Por megafonía se nos anunciaba que embarcábamos pero, nada más tomar asiento en el boing 347 se nos informaba del retraso en la salida. Había problemas de tráfico en Ámsterdam debido a los fuertes vientos. Debíamos permanecer en el avión esperando noticias de la evolución del estado de las pistas.

Preguntamos a las azafatas por nuestro enlace y nos dijeron, que nos preparáramos para lo peor. Cayetana empezó a mover papeles y a buscar un número al que llamar para que nos asesoraran de qué hacer. La aventura se nos torcía irremediablemente. No podíamos bajar del avión, pero no llegábamos al vuelo de Singapur y, tenía toda la pinta de que tendríamos que aguantar una interminable cola de atención al cliente en el aeropuerto de Ámsterdam, para reclamar un nuevo billete que nos permitiera llegar a nuestro destino final.

La chica de la agencia, contactaría con nuestro guía para decirle que no fuera a buscarnos, hasta que no le dijéramos en qué avión y cuándo llegaríamos. Teníamos que contactar con ella una vez en Ámsterdam, cuando nos dieran la solución. Finalmente despegamos y nuestra preocupación se desvió a las turbulencias. Si el vuelo iba movidito… ¿Cómo sería el aterrizaje?

En cuanto pasaron para ofrecernos algo de comer y de beber, Cayetana recuperó el temple y le dijo a la azafata:

-        Oiga joven, necesito algo un poco más fuerte que una coca-cola, no sé si me entiende…

-        Excuse me madam –contestó la azafata con cara de no haberse enterado- Do you like coke?

-        Sorry, May we have wine, please? My sister is a bit nervous and it would be good for sleeping – intervine rápidamente con mi inglés aristocrático.

-        Would you prefere red or white wine?

-        Dile que traiga una de cada  y algo de comer que vete tú a saber cuándo volvemos a comer en condiciones– intervino Miss Cayetana.

-        Red for her  and white for me, thank you.

El vino me la entonó y conseguí que se relajara, tanto, que empezó a hablar inglés con fluidez, el problema es que me hablaba a mí.

Estábamos llegando al aeropuerto de Ámsterdam. Eran las 21:10 y aún no habíamos aterrizado y el vuelo a Singapur tenía la salida programada a las 21:00. El sobrecargo, avisó de una lista de enlaces con vuelos que ya habían salido y recordó que había que dirigirse al mostrador de atención al cliente para solicitar asiento para el siguiente vuelo disponible. En ese momento, una azafata se nos acercó y nos dijo que la siguiéramos a primera. Al parecer aún no había salido nuestro vuelo y si corríamos, igual llegábamos a tiempo de salvar la espera en Ámsterdam; eso sí, la maleta facturada llegaría al día siguiente.

Aquél mensaje fue como una inyección de adrenalina, Cayetana, que estaba medio amodorrada por el vino, se puso nerviosísima.

-        ¡¡Ay Mar, si pudiéramos coger ese vuelo!!

Después de una carrera un poco accidentada por los enormes pasillos de la terminal y de colarnos en la cola de inmigración a unos cientos de asiáticos, llegamos a la puerta de nuestro vuelo algo acaloradas, pero felices.

-        ¡Sí! ¡Lo conseguimos!

En la puerta había un control de acceso y en lugar del clásico arco que pita si llevas metales,  había que entrar en una plataforma transparente en la que te piden que permanezcas durante un minuto con los brazos abiertos. Dentro, me sentí desnuda. Era como en aquella película de Arnold Schwarzenegger, “Desafío Total”, en la que al pasar por el pasillo se ve su esqueleto y la pistola.

Al salir de la cabina, una policía me pidió que me abriera de brazos y piernas y así obré, dando facilidades a la seguridad aeroportuaria, mientras Cayetana, aún al otro lado se quitaba los metales y allí me quedé esperando a que pasara ella que una vez dentro de la cabina, como no se enteraba de lo que le decía la policía, estaba posando como si estuviera en un fotomatón.

Superado este trámite, al igual que lo hiciera conmigo la chica encargada del registro, le pidió que se parara y la imprudente de mi hermana dijo:

-        ¡No saben qué hacer para meterme mano!

Desgraciadamente la de seguridad entendía nuestra lengua:

-        En ese dispositivo,-dijo sin perder los papeles- se controla es el calor corporal. Cuando una persona está nerviosa suda. Ves, mira la pantalla – me dijo señalándome la imagen en la que se veían manchas rojas en la zona de las axilas.

Una ola de calor extra invadió mi cara. Era vergüenza ajena lo que sentía, mientras Cayetana, cambiaba de tema como si nada.

-        Claro y como venimos corriendo porque el vuelo ha llegado tarde, es por lo que sudamos. Pero no somos terroristas….

“Ay Señor, llévame pronto” – pensé mientras forzaba una sonrisa conciliadora.

A la chica, la desfachatez de Cayetana le hizo gracia, nos preguntó cuál era nuestro destino final  y, en un perfecto castellano, nos dijo que era portuguesa antes de dejarnos pasar.


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