Paseando a Miss Cayetana CAP 4

04.06.2014 17:26

Día 12 de mayo

A las 7:00 comenzó a sonar la alarma del teléfono de Cayetana que como estaba dentro de la caja fuerte no podíamos parar. Afortunadamente, el ruido se amortiguaba un poco y, no llegó a molestar a los vecinos de planta. Eso sí, nosotras ya no pudimos dormir, el sonido se repetía cada 10 minutos más o menos, así que recé por que se le acabara la batería.

La afición de Cayetana por confinar nuestros objetos personales, nos había ocasionado un problema que debíamos gestionar a la mayor brevedad, por lo que antes de bajar a desayunar, pasaríamos a explicárselo a los chicos de recepción.

Por la reacción de los mismos, parecía una incidencia habitual, pero no estaba el manager que lo gestionaba así, que nos fuimos a desayunar. A las 9:30 pasarían por nuestra habitación, para solucionarlo.

Estábamos desayunando cuando Cayetana soltó su:

-        ¡Qué assssssssco! ¡Mira como come el de la mesa a tu derecha!

-        ¡Mira que un día nos cruzamos con el que habla español y nos buscas la ruina!- contesté mientras me contemplaba el espectáculo.

Ciertamente los asiáticos tienen una forma de relacionarse con la comida diferente de los europeos. Ellos llenan sus platos y se agachan sobre su contenido, casi como si  no fuera necesaria la intervención de las manos, pero si no te gusta, con dejar de mirar….Otra cosa es que sorber la sopa, para ellos es normal y a mí el ruidito, me desquiciaba.

A los cinco minutos de volver a la habitación sonaba el timbre. Era….-una de las buenas creaciones de nuestro Señor, con él se había esmerado ¡Qué weno estaba! - el manager que venía a desbloquear la caja fuerte. 

 

Se agachó para trajinar con la caja fuerte y ¡la retaguardia no desmerecía! ¡Que espalda, qué brazos…! Teníais que ver la cara de lascivia de Cayetana -¡Ay madre!- Traía un dispositivo que acopló a la puerta y marcaba alguna tecla, pero nada. Lo cierto es que algunas teclas  estaban borradas de haberlas pulsado tanto. Después de varios intentos, no dijo que haría una consulta técnica y volvería.

-        ¡Vuelva usted cuando quiera! – dijo Cayetana a la que se le había quedado la boca abierta en una sonrisilla maliciosa que a mí, me ponía los bellos de punta.

-        Sorry, we are leaving now for a trip. It would be possible to try again in the evening?- añadí yo con mi inglés aristocrático.

El temita se ponía chungo. Yo me había quedado sin cámara y sólo teníamos algunos euros que había metido en el bolsillo para cambiar. Pero a Cayetana lo único que le preocupaba eran los pasaportes: ¡No sin los pasaportes!

Cuando el manager nos dijo que volverían a intentarlo y que si no romperían la caja fuerte, mi hermana se tranquilizó. De alguna manera, ella se sentía responsable de aquella situación, y, por las caritas que le ponía, iba a darle todo tipo de facilidades a MacGyver.

Llegamos a la recepción y allí estaba Rico, puntual. Iríamos a visitar la típica casa balinesa, en Mas pararíamos en un centro de labrado de madera, llegaríamos a  Tegalalang donde disfrutaríamos con las vistas de los arrozales escalados.

Cayetana se mantuvo como ausente toda la mañana. ¿Qué le rondaría la mente? ¡Nada bueno, seguro!

 

Llegamos a la región de Kintamani. El guía nos llevó a un restaurante muy bien situado frente al volcán Batur, tras vencer la resistencia de Cayetana.  ¡Bien!  Allí coincidimos con don Miguel y Cristina, un mexicano crujientito productor de campañas para los políticos y su guía, con los que enseguida simpatizamos y, con los que compartimos una vista espectacular.

Nueva sesión fotográfica en Pura Batuán y de vuelta al hotel.

 

Eran alrededor de las siete de la tarde cuando llegamos al hotel y lo primero que hicimos es decir en recepción que ya estábamos, para que fuera MacGyver a solucionar nuestro “problemilla”.

Aún estaba yo en la ducha, cuando sonó el timbre y oí a mi hermana hablar. La caja estaba dentro del armario que hace de separación con el baño y cuando se abrían las puertas se encendía la luz dentro.

Porque conozco a mi hermana, que cualquiera hubiera dicho que allí se estaba dando otro servicio. Sólo se oían los sonidos que emitía Cayetana:

-        Uy!

-        Ooh!

-        Wow!

-        Oh my God!

-        Uf!

-        Ooooh!

Bien podría haberse tratado de un orgasmo, pero no, ella intentaba animar al operario que acompañaba al manager y, que por lo visto no daba con la solución.

¡Ay Señor, llévame pronto! Y yo allí encerrada, no podía salir hasta que no se fueran, aunque me tentaba salir liada en la toalla de manos, para que mi voluptuosidad hiciera estragos. Como decía Marcelino, el del bar de Villar:

-        ¡Entre lo que se te ve y lo que se te presiente…Menudo pecado para la imaginación!

Oí como el manager le decía que tenían que volver a llamar al técnico y luego le preguntaba por su compañera de habitación.

-        Ooh! She is my sister. We are sisters – que quede claro, dos veces mejor que una.

Total que cuando se fueron, tenía claro una cosa. Se acabó la paciencia con el hotel. Que rompan la caja: ¡una solución quiero!