Paseando a Miss Cayetana CAP 7
Día 15 de mayo
Habíamos quedado después de comer, para ir a ver la puesta de sol en Tanah Lot, último destino del paquete de visitas contratado. Era una excursión de medio día así que decidimos ir a Geger Beach, aprovechando que el hotel ofrecía entre sus facilities, transporte a dicha playa.
Como no había cenado y, ante la perspectiva de no comer, me excedí en la ingesta de alimentos: fruta, zumo de naranja, tortilla con verduras, tres tostadas con mantequilla y mermelada… Nos quedaba poca moneda local, teníamos que cambiar. En la mochila metimos las toallas, crema, agua y unas patatas de las de ¡cuando haces pop, ya no hay stop!
Hacía un calor de justicia. Nos dejaron junto a una zona de sombrillas y hamacas y, no dudamos en tomarlo como centro de operaciones. Mi pie, el no operado, me molestaba así que cuando Cayetana dijo de ir a pasear, le dije que yo me quedaba en el campamento base.
Dio un paseo corto y volvió. Eran las 12 y a las 14 teníamos que coger el autobús de vuelta, cuando volvió a marcharse con la cámara por el otro lado de la playa. Yo estaba haciendo sudokus y disfrutando de las olas y, del folkore. Había un grupo de japonés, alborotados, haciéndose fotos a diestro y siniestro. De vez en cuando pasaban las masajistas ofreciendo sus servicios.
La marea estaba alta y en la orilla las olas rompían sacudiendo al que se despistaba un segundo. En el horizonte, se veía claramente, la zona del arrecife, donde rompían otras olas de mayor envergadura.
Ya empezaba a mirar en la dirección en la que se había ido Cayetana y no se veía ni rastro. Bueno, aún había tiempo, pero ya llevaba más de una hora y empezaba a impacientarme. Hice un análisis frío de la situación: Habíamos quedado a las 15 en el hotel y si no cogíamos el bus de las 14 no llegaríamos a tiempo. Yo no me iba a mover de allí sin Cayetana. De lo malo, tenía un sitio donde dormir, que ya estaba pagado: mi hamaca, unas patatas Pringles y una botella de medio litro de agua a la que le quedaba…. ¡sólo la mitad!
Recuento de dinero: 60.000 rupias. Seguramente con eso me daba ni para un taxi de vuelta al hotel. El alquiler de una hamaca eran 50.000 rupias, así que podría volver a alquilar mi hamaca para el día siguiente…. No tenía teléfono, para avisar a Rico. Me sentía abandonada. ¡Cómo se habían torcido tanto las cosas!
Estaba tan intranquila que decidí esperar de pie en la orilla mirando en dirección al último sitio donde la vi. Hacía algo de brisa y mi pelo ni se movía. Estaba tieso como mi cuerpo y en un despiste, una ola me tiró, me dio un remojón. Agachada en la arena, me sentí como Scarlett O´Hara en la película Gone with the Wind - ¡Vete a tomar viento!- y me dije:
- ¡Juro que jamás dejaré que Cayetana se vaya!
A los cinco minutos vi una figura en la lejanía…. ¡Oh es ella! Se acercaba sin prisas, agachándose a coger conchitas, hablando con la gente que se encontraba…
- ¡Me has dejado abandonada en la playa de Geger, con estos pelos! – le espeté cuando estuvo a mi altura- ¡Serás hija de kuta!
Ella cambió de tema, con esa habilidad de que hace gala:
- Como no llevaba ninguna bolsa, he tenido que guardarlas aquí –dijo sacando conchitas de la braga del bikini- He llegado hasta Nusa Dua, el próximo día te vienes conmigo. Había un ambiente muy chulo…. Mira –dijo enseñándome estas fotos-:
Enseguida recogimos nuestras cosas para dirigirnos al punto de encuentro y de allí al hotel para ducharnos y salir a nuestra última excursión: Pura Tanah Lot – Templo de Tierra en medio del mar- sobre el que nos ilustró nuestro guía:
- Este templo se erige sobre una gran roca que ha sido formada por el embate de las olas a través de los años y se puede acceder a él justo cuando la marea está baja. Construido en el siglo XV, en la base de la roca brota una fuente de agua dulce, que se dice que está bendita y que es custodiada por los sacerdotes. Según las creencias populares este templo está protegido de espíritus malignos e intrusos por serpientes venenosas.
Cayetana buscó las “robadas” que tanta ilusión le hacen. Esta del monje tibetano estuvo a punto de costarnos un disgusto con un visitante al que para que no saliera en la foto, invadió despóticamente su espacio aéreo.
Al llegar al hotel nos despedimos de Rico y Karek, que empezaban el tour con otros hispano-parlantes. El último día vendría su jefe a recogernos para llevarnos al aeropuerto. Cayetana estaba emocionada: “Algo se muere en el alma, cuando un amigo se vá”