Y un jamón!
Estábamos buscando un coche nuevo para sustituir el viejo, que ya había empezado a dar muchos problemas. Mi patrocinador, llevaba más de un mes comprando revistas y llevándome a ver los últimos modelos de diferentes marcas. Su objetivo era, comprar antes de que finalizara el Plan PIVE 2015 (Programa de Incentivos para Vehículos Eficientes); el mío, dejar de sufrir comparativas de automóviles: seguridad, confort, precio, contaminación, consumo en gasolina…
- ¡Qué más da! ¡Que no consuma mucho y que no nos lleve constantemente de visita al taller! A mí plin si lleva llantas o tapacubos, si tiene lector MP3, los faros de xenón, techo panorámico, tarjeta o llave inteligente, los asientos en cuero o la pintura metalizada.
Ya habíamos pedido presupuesto de dos modelos –Espacio reservado para publicidad de la marca - en un concesionario de Alcalá de Henares y, movidos por el afán investigador de mi Sherlock, íbamos a poner a prueba el margen de maniobra de los comerciales en el concesionario de la misma marca en Alcobendas.
Era mediodía y nada más entrar, nos dirigimos decididos hacia la mesa de Víctor, el comercial que estaba libre y que, mientras veía cómo avanzamos hacia él, comenzó a hacer cálculos de su próximo incentivo. De forma directa, sin preámbulos, le dijimos que queríamos presupuesto para un modelo en concreto 5 puertas y le mostramos el que se nos había facilitado en el concesionario de Alcalá.
Sin perder un minuto, el diligente comercial, se puso en pie y nos pidió que esperáramos la consulta que iba a hacer a su jefe. Mientras tanto, mi churri, ya estaba de pie, haciendo ojitos al modelo en su versión coupe.
Víctor no tardó en volver claramente satisfecho, para ofrecernos una mejora que no podríamos rechazar, eso sí, si cerrábamos el trato en ese mismo momento: El precio se mantenía, pero con el depósito lleno y un jamón!
- Yo que lo buscaba y él que me lo vino a ofrecer, se juntaron el hambre y las ganas de comer.
Estaba empezando a sentir la debilidad que me produce el hambre a esas horas, cuando vi que se abría el cielo al nombrar el jamón y, como el hambre agudiza el ingenio, sugerí que se mantuviera el trato para el coupe, con el que parecía embelesado mi santo.
- Ya veía el jamón, con su patita negra, graso y jugoso, en su punto de sal… ¡Se me hacía la boca agua!
Salí del concesionario, emocionada por la compra del jamón –un poco caro, eso sí- , mientras mi chico se imaginaba conduciendo aquel coche tan coqueto.
Pasada una semana nos llamaron para informarnos de que ya estaba matriculado y teníamos que ir a recogerlo - con jamón y buen vino se anda el camino.
Mientras firmaba un número considerable de papeles en administración, se me informó que enviarían a mi correo una encuesta para evaluar la calidad de los distintos aspectos de la compra y, que si había quedado plenamente satisfecha -puntuando 10-, recibiría un jamón.
- ¿Otro jamón? – pregunté, pero al parecer era el que me habían ofrecido como incentivo de compra.
Me monté, por primera vez en el ibérico, perdón el coche.
- ¡Qué fantástico!
El salpicadero estaba lleno de luces y unas molduras en tono naranja que resaltaban algunos aspectos del interior. Había entrado en la cabina de mi pequeño transbordador espacial y teníamos tiempo limitado para aprender cómo y cuáles eran las facilities de aquél cuadro de mandos.
Quedé gratamente sorprendida por todas las opciones que incluía el modelo que habíamos elegido: sensor trasero, control de crucero, manos libre, volante regulable en altura y por supuesto, el ordenador de a bordo de mi “Enterprise” (Nave insignia de la Flota Estelar - Star Trek)
Todo iba marchando sobre ruedas, habíamos repostado y nos habían abonado la factura, pero aún no había señales del jamón.
- ¡No sin mi jamón! – dije al ver que mi churri se había abrochado el cinturón de seguridad y parecía dispuesto a marcharse.
Él, conocedor de lo irritable que me vuelvo cuando tengo hambre, se bajó del coche y volvió a entrar en el concesionario para reclamar el jamón. Al momento salió el comercial con una bolsa que depositó en el maletero.
Allí permaneció durante dos días el objeto de mi deseo, mientras decidíamos qué jamonero comprar. Analizamos detalladamente los elementos de: diseño - vertical u horizontal- , seguridad – peso y agarre giratorio- y, precio - desde 10 a más de 300 €-, hasta dar con la herramienta adecuada.
Y llegó el tan ansiado momento de meter mano al jamón. Los cuerpos hablan, así que me dispuse a escuharlo. La bolsa no pesaba mucho y pronto descubriría el motivo: no era un jamón, sino una paletilla. Parecía una de esas guitarrillas de juguete, alargada a base de estirarla.
- ¿Serían así los jamones coreanos?
Era la pata delantera de un cerdo, sí. No tenía la pezuña negra, no, pero saltaba a la vista que había hecho mucho ejercicio persiguiendo alguna bellota, que no llegó a catar. Le quité la mortaja que lo recubría y una especie de arena parduzca empezó a caer en cascada por toda la cocina. Limpié con un trapo tratando de eliminar todos los restos que aún seguían pegados al lomo del fiambre, aún no había concluido y ya se había formado una auténtica duna. Miré la etiqueta y comprobé que el secadero esta en Lorca, Murcia.
- ¡Era un jamón playero, eso lo explicaba todo!
Ya tenía montado el jamonero sobre el que iba a realizar la disección del cadáver así que, consulté en internet varios tutoriales de cómo cortar una paletilla.
1. “Colocar la paletilla con la pezuña hacia arriba, asegurándose una buena sujeción”
Era misión imposible conseguir sujetar bien aquella raquítica paletilla, pero hice lo que pude, asestándole unos cuantos martillazos antes de continuar con el tutorial.
- ¡Madre del amor hermoso! Más que murciano, el jamón parecía marciano. ¿De qué aleación estaría hecho?
2. “Se da un corte profundo en la parte alta de la caña haciendo un círculo”
Cogí mi mejor cuchillo y comencé a aplicar la fuerza sobre la corteza. Ya comenzaba a sentir que se me contracturaba el tren superior cuando a duras penas conseguía una incisión de 1mm y proseguí con las indicaciones de internet.
3. “Con el cuchillo ancho, se retira la corteza y el tocino exterior. A partir de este corte, con el cuchillo jamonero se empieza a extraer lonchas de la maza, que es la parte más gruesa de la pieza”
Consigo quitar la corteza sí, pero aún sigo buscando el tocino exterior y, si la maza es la parte más gruesa de la pieza, me temo que ha nacido el tallarín de jamón.
MORALEJA:
Si buscas la excelencia, deberás hacer una buena gestión de las expectativas. No seas ambiguo y, sobre todo, no te excedas.